EL VIH CRUCIS DE LOS CRISTOS
- ¿Por
qué mejor no se queda usted y se va mañana? -Le dijo Elí en tono interrogativo
y casi suplicante a Eimy, cuando la delegación de jóvenes partía al aeropuerto rumbo
a sus lejana Purús, al concluir sus visita de estudios de toda una semana en la ciudad de Pucallpa.
Ella
simplemente esbozó una leve sonrisa y solamente atisbó a decir que eso no podría
suceder.
Sin
embargo, Elí, empecinado y jugándose la última carta, como alternativa y esperanza
de poder entablar un futuro contacto con ella, se atrevió a decirle.
-
¿Al menos podría darme su número de celular?
Eimy,
que también se sentía flechada por los modales y la caballerosidad de Elí,
asintió con la cabeza -ya que sus delicadas manos sostenían una bolsa cada una y
su maletín a la bandolera.
Aquella
tarde el cielo estaba cargado y la lluvia caía intermitente haciendo que las
calles se cubran de lodo y en las zonas bajas desbordasen las acequias y los
cauces de las quebradas que atraviesan caprichosamente por diversos puntos de
la ciudad. Elí se recluyó en su habitación escuchando música instrumental élfica
que le gustaba en demasía -incluso al dormir dejaba prendido el buffer a bajo
volumen, cuya melodía le transportaba a otros mundos, según él- y le infundía nobles sentimientos
inspirándole a escribir algunos versos a
su nuevo amor, Eimy, la joven estudiante que le rompió inusitadamente las aceradas
cadenas de su solitario corazón, que hace cuatro años había experimentado la aciaga
partida de su adorada atalayina, con quien tuvo dos niñas y que hoy son su
motivo de vivir.
La
avioneta aterrizó bamboleante en el rústico campo de aterrizaje de Purús. Eimy, con los crespos hechos descendió de la frágil
nave y se dirigió rauda hacia el improvisado hangar, esperó su equipaje y luego encaminóse a su casa habitación que anteriormente le habían asignado como
secretaria de la municipalidad donde laboraba.
Era
finales de año y todo era un alboroto en el
pequeño pueblo donde trabajaba Eimy. Todos los trabajadores de la municipalidad
hacían maletas para retornar a sus lugares de origen, la
mayoría a la ciudad de Pucallpa y unos que otros a Atalaya, Breu y Lima. Eimy soñaba con retornar a Atalaya,
pasar las fiestas de navidad y año nuevo y luego viajar a Lima a concluir sus
estudios de Antropología, pasando por Pucallpa, donde vivían sus pelangochitos.
Sin embargo, como no siempre las cosas se
dan a pedir de boca, todos los planes de viaje se fueron al agua, porque
los dirigentes del Frente de Defensa de Purús con el padre Piovisán a la cabeza, un día lunes que amaneció, muy de madrugada tomaron el aeropuerto exigiendo al gobierno central la construcción de la
carretera Purús-Puerto Maldonado. De la noche a la mañana todos los purusinos, a
manera de conspiración desde sus puestos y funciones, no prendieron el grupo
electrógeno que daba fluído eléctrico al local de la municipalidad, la comisaría, el ejército
y al aeropuerto. Los enfermeros no abrieron la única y descalabrada posta
médica que atendía a los pacientes fronterizos, las bodegas y restaurantes no abrieron
sus puertas y el personal de las escasas instituciones públicas existentes no tenían
donde comprar o ingerir sus alimentos; la única radiofonía no estaba operativa y
el servicio telefónico del cuartel del ejército no funcionaba porque no había
fluido eléctrico y los cables habían desaparecido en toda la cuadra como por
arte de magia. Los batelones estaban ausentes en el puerto principal, tanto así
que los brashicos -apelativo de los ciudadanos procedentes de la vecina república del Brasil- no podían
viajar río abajo hacia sus localidades.
Sólo la campana de la iglesia sonaba intermitente y el bullicio
generalizado de la gente iba en aumento alrededor de la
glorieta de la plaza de armas, donde un barbado hombre de tez blanca y calva
cabellera arengaba a los pobladores
diciéndoles que todos los hombres y mujeres
de Purús, tienen el deber histórico de
luchar siquiera una vez en sus vidas, para salir de la postergación y
olvido en que se encuentran por parte
del gobierno nacional y que no era
posible que una sola persona, valiéndose de malas artes, se haya apropiado de los vuelos chárter y decidía quienes viajaban de Pucallpa, la capital regional, hacia la fronteriza
Purús y viceversa.
- Ahora es cuando, queridos hermanos y ciudadanos de Purús, que el gobierno central debe escucharnos y disponga de inmediato las condiciones necesarias para
humanizar el trato a la gente y democratizar los vuelos. Es inaceptable que los vuelos sean sólo para traer
combustible de Pucallpa y llevar madera para allá, dejando de lado a los pasajeros,
visitantes, enfermos, estudiantes, profesores, enfermeros y trabajadores de
otras instituciones del Estado que día a día tienen que transportarse y, sin
embargo, se quedan varados por semanas o meses. -Era la perorata del curita “comunista”,
a decir de las autoridades y el famoso Gingin y, de yapa, las oenegés “ambientalistas”
con presencia en dicha provincia, que sobornaban a los dirigentes indígenas para contrarrestar la protesta del pueblo
purusino, aduciendo que una carretera pondría en riesgo la flora y fauna de las áreas
de reserva y exponían en peligro la vida de los “no contactados”. ¿Están de acuerdo
con esta situación hermanos de Purús? Preguntaba
el curita y la gente enardecida respondía con un no rotundo y sonoro cuyo eco repercutía como flechas envenenadas en la comisaría de la policía nacional
y el cuartel del UMAR 5. ¿Están dispuestos a luchar para que esta situación cambie y muy pronto se
construya la carretera para
interconectarnos con Puerto Maldonado? ¡Si! Sentenciaba la gente como
estridente respuesta.
Ante
esta situación, el viaje esperado de los
trabajadores de las instituciones públicas se fue al agua y el sueño de las fiestas de fin de año y la visita
a familiares se esfumaron como en las mañanas desaparece la niebla del río Purús. Transcurridos
los días, llegó una comisión de alto nivel del gobierno central a Purús, se reunieron, debatieron, suscribieron
acuerdos y compromisos con la sociedad civil y, a decir del padre Piovisan,
todo quedó en nada y Purús aún continúa en el olvido, fosilizado como el Purusaurus, del extinto médico Ulises
Reátegui, que hoy su quijada se suma a la eterna protesta de los purusinos y sisea en silencio
en el Parque Natural de Pucallpa.
Eimy,
estaba desconsolada, porque ya no viajaría y sus estudios se postergarían sin fecha y no podría ver a sus pelangochitos
durante un buen tiempo más. Era la
semana de fin de año, estaba de vacaciones y se encontraba aburrida cuando
de repente sonó su teléfono.
-
¡Aló! ¿Con quién hablo? -Atinó a balbucear mecánicamente.
-
¿Eimy, eres tú? - Escuchó ella del auricular.
- ¡Sí,
soy yo! ¿Con quién tengo el gusto? -Respondió ella.
- ¡Oh,
qué alegría contactarte y poder escucharte, soy Elí!
- ¿Elí? ¿Quién Elí? ¡No te conozco! -Replicó secamente.
- ¿Qué
no te acuerdas de mí? Soy el que te
pidió tu número cuando salías del hotel de Pucallpa, aquella tarde que viajaban a Purús.
- Ah, discúlpame Elí, no reconocí tu voz, de
verdacita. Qué bueno que me llamas, hace
tiempo que no recibía llamadas y me encuentro sola y triste. Discúlpame que te
diga así. No sabes cuanto me alegras.
Aquella
llamada cambió el semblante de Eimy y la gente la veía caminar y conversar diferente,
sino animadamente; a comparación de los otros días que la veían abstraída, casi
incomunicativa. A partir de ese día,
las llamadas de Elí eran continuas y por las noches conversaban horas
interminables. Ella le contaba de su niñez en las alturas de Cusco, cuando
vivía con su abuelo y recordaba los frecuentes enfrentamientos que él tenía con
el barbado Hugo Blanco y los campesinos que amenazaban con invadir sus tierras.
Le contaba que su abuelo cada fin de
semana iba a la ciudad imperial y traía
su acémila cargada de ropas y alimentos para la gente que trabajaba con él. La interminable
conversación incluía temas de literatura universal, peruana y terminaba con versos
y poemas de amor, de sentimientos y bellos recuerdos que hoy le marcan y dan sentido
a su vida. En una de esas largas conversaciones, Elí, al otro lado del receptor
y muy distante de ella, recordó que mientras estaba
sentado en la vereda de su casa, cierta noche divisó
la caída de una alucinante y luminosa estrella fugaz, que más parecía un cometa
con su cola, cuya estela dejaba un haz luminiscente de color verde fosforescente; quien tiempo después le dijo a Eimy.
- Aquella noche, ese instante que vi la estrella fugaz, mi primer deseo fuiste tú.
Si
las noches eran interminables, los días
se habían vuelto eternos para ambos. Pues los dos esperaban la noche con suma ansiedad. Ella para contarle de su vida, sus proyectos
y esperanzas; él para decirle que la extrañaba y recordaba vívidamente su rostro, su
sonrisa, los breves momentos que conversaron cuando se conocieron y le pedía
que a la menor oportunidad de vuelo se embarcara para Pucallpa.
Fue así como Eimy, cada vez más se sentía atraída
por Elí y su corazón le decía que no debía perderlo. Sin embargo, dentro de
ella, en su mente, cohabitaban los sentimientos encontrados, el de continuar con su eterna
soledad o entregarse al amor que, después de muchos años, volvía a sentir y cada vez más le bullía e insistía. ¿Pero cómo habré de decirle sobre mi caso? Se preguntaba
ella y recalaba en que si lo que siente es amor de verdad y si es verdad lo que él también le dice, era necesario decir y
hablar con la verdad. Entonces sin pensarlo
dos veces, decidió viajar a Pucallpa en
el primer avión que llegara a como dé lugar.
-
Hola, ¿Elí? Saludó y preguntó ella al escuchar
el timbre de voz del celular al que llamaba.
- ¡Eimy! Buenas noches ¿Qué tal, como estas? ¿Dónde
estás? Respondió Elí.
-
¿Cómo que dónde estás? ¡Abre tu puerta, que
estoy en la vereda de tu casa!
Del
repentino reencuentro de aquella noche, siempre es motivo de conversación de
ambos, quienes se preguntan cómo así nació el
amor y superó distancias. Mas, de lo que ella le dijo es algo que los
dos no encuentran explicación, mucho más
Elí, que sabiendo las consecuencias de su caso, optó por el amor, no a ciegas sino muy decidido y resuelto que posteriormente no hubo noche de tregua,
ni día de descanso, ni lugar de excepción. Caminaban juntitos, tomados de
la mano, como niños de jardín de arriba para abajo y no había calle ni lugar
que dejaran de registrar sus pasos gemelos. A donde él iba estaba ella y a donde ella tenía que ir, él tenía
que estar. Se volvieron siameses. Cierto día, él no regresó a casa y a
partir de allí empezó su pasión y crucifixión, su vía crucis; que cierto día revisando su facebook, encontró los versos de Martín García, de San Luis de Potosí, que le caían a pelo en su apasionado amor:
“Elijo amarte en silencio,
porque en el silencio no
encuentro rechazo.
Elijo amarte en soledad,
porque en la soledad, sólo a
mí me perteneces.
Elijo adorarte en la distancia,
porque en la distancia me
protejo del dolor.
Elijo besarte en el viento,
porque el viento es más
suave que mis labios.
Y elijo tenerte en mis sueños,
porque mis sueños…
no tienen fin”.
Versos que hoy le remiten a ella y mastica el
recuerdo como cuando como gata furiosa, como loba en celo ella le poseía contorneante y pintaba en su cuerpo -cual moderna Allie Fuller con sus cuadros eróticos que son una oda a la libertad sexual y a la fuerza de los cuerpos desnudos- los cuadros de la
pasión y muerte de Jesucristo con colores púrpuras a golpe de
besos, tanto así que Mel Gibson y su pasión de Cristo son
insignificantes, porque más que huellas
sangrantes, es sangre hirviente, lava incandescente que penetra y taladra
su corazón, su mente, su cuerpo que arde
con la pasión de la carne que el amor
consume y se sobrepone a su enfermedad
y el qué dirán.
Es
semana santa y Eimy y Elí se encuentran distantes y, en esta semana santa, ambos recuerdan
la película Ben Hur, el que desciende al valle de los leprosos como muestra y entrega
de amor filial, en tiempos de la expansión del imperio romano y la sojuzgación
de los pueblos, como hoy las grandes potencias imponen su guerra bacteriológica
infestando a la humanidad con nuevas lepras como el COVID-19 y el VIH-SIDA; es
decir, que por siempre estarán cargando su cruz, el VIH Crucis interminable de los cristos de la humanidad.