VACUNA
ANTI COVID-19: ENTRE LA REALIDAD Y LA RELIGION EN
LAS COMUNIDADES NATIVAS DEL LAGO IMIRÍA Y EL CHAUYA
Una calurosa tarde del día
viernes 6 de agosto de 2021, procedente de Pucallpa, llegué a la comunidad
nativa shipibo-konibo de Caimito, ubicada en el lago Imiría, Distrito de
Masisea, Provincia de Coronel Portillo, Región Ucayali.
Acompañaba a la delegación de
apoyo a la vacunación anti COVID-19 -integrada por 5 miembros de la
Cruz Roja Peruana (2 de Lima y 3 voluntarios de Pucallpa), 1 miembro de PRISMA
Ucayali, 1 miembro del Programa Mujer de ORAU- en representación de la
Organización Distrital Indígena de Masisea, ORDIM, junto con una compañera más,
delegado por el Apu Humberto Sampayo Vásquez.
Al llegar al lugar nos sumamos
al primer grupo -integrado por 3 miembros de la Cruz Roja (1 del comité
internacional, 1 de la federación internacional y un joven voluntario de la
ciudad de Pucallpa), 1 miembro de la Dirección Regional de Salud, 2 de ORAU (1
miembro del consejo consultivo e integrante del programa mujer y 1 del equipo
técnico) que ya estaba realizando acciones de sensibilización dos días antes,
en las comunidades aledañas a Caimito y que también ya habían iniciado la
vacunación anti COVID-19, de la marca Sinopharm.
Por la noche sostuvimos una
reunión de presentación de los integrantes de los dos grupos, de socialización
de actividades realizadas por los primeros, así como sobre la programación de
tareas para el día siguiente e intercambio de ideas y estrategias a emplear en
las próximas visitas, según el cronograma establecido. Y hablando de
estrategias, ésta se circunscribía en cómo hacer para que los comuneros
shipibo-konibos acepten vacunarse la primera dosis contra el COVID-19, puesto
que, según la información, la gran mayoría sino es decir todos, se oponían a
recibir la vacuna; entre ellos los de la comunidad de Nuevo Loreto, donde, un
día antes, por casi una hora un ‘xeke’ mantuvo en jaque al grupo de sensibilización
diciendo que la vacuna es negativa “por ser parte de un plan maquiavélico de
exterminio de la población”, -además que entre otros argumentos o
mitificaciones que expresan los mismos comuneros es el que la vacuna es el
mismo “sello de la bestia”, según la predicción apocalíptica de la Biblia, del
cual la gran mayoría son fieles creyentes y seguidores de las iglesias
adventistas y evangélicas en sus diferentes sectas, misiones o divisiones-
hasta que la miembro del consejo consultivo de ORAU le increpó en el sentido
que dejara que la población decidiera por sí misma; haciendo que el aludido
abandonara la asamblea diciendo que “mis compañeros no se van a vacunar”.
Asimismo,
una de las miembros de la Cruz Roja, reconoció el aporte del pastor de la
Iglesia del caserío Santa Clara, quien expresó que el “sello de la bestia“ no
es la vacuna, porque la vacuna se pone en el hombro y “no en la mano derecha
o en la frente” como dice La Biblia, en el libro del Apocalipsis, Capítulo
13:16-17
Al
día siguiente, como parte del grupo de vacunación anti COVID-19, llegamos a la
comunidad nativa de Nuevo Loreto, antes de las ocho de la mañana, según la
programación y en adelante, donde nos recibió el jefe de la comunidad muy
entusiastamente junto a otros comuneros, quienes encendieron el pequeño grupo
electrógeno y anunciaron nuestra presencia mediante altoparlante, invitando a
los pobladores para la vacunación; acondicionamos los equipos y banners del
proceso de vacunación en el local comunal y luego salimos dos parejas de a dos a
un barrido relámpago casa por casa, mientras tres miembros del puesto de salud
de Caimito esperaban a los comuneros para aplicarles la primera dosis. Durante
el “barrido”, que también contemplaba hacer encuestas, una de las voluntarias de
la Cruz Roja, dio con el xeke y le abordó para una
encuesta, quien persistió en sus puntos de vista, tanto así que al despedirnos
no nos quiso dar su nombre por ´cuestiones de seguridad’ a decir de él -más
tarde le encontré nuevamente en Caimito, mientras hacíamos un segundo barrido
como parte de las tres tardes adicionales de vacunación que acordó
todo
el grupo para coberturar más beneficiarios-, pero que preguntando a
otro poblador nos dijo que le llaman el “chimbotano”. En nuevo Loreto,
dio inicio a la vacunación anticovid el propio jefe de la comunidad y otros
comuneros más, que a pesar de haber alcanzado el mínimo esperado (30%), no se
pudo vacunar a todos los pobladores.
Aquella noche, tras la reunión
de evaluación del grupo sobre las incidencias del día, se realizaron algunos
cambios y yo pasé a integrar el equipo de sensibilización yendo el día 8 hacia
los caseríos de 23 de setiembre -conocido también como Rivera- y Bella Flor,
lugar último donde como parte de mi intervención testimonial les mencioné que
realmente la vacuna es “dolorosa”, en el sentido que el día que me pusieron la
primera dosis en la comunidad de Nuevo San Juan del Km 13 de la carretera
Federico Basadre, en la ciudad de Pucallpa, fue un día domingo 4 de julio,
justo el día del cumpleaños de mi padre que se llama Justo y mis hermanos
habían programado una pequeña fiesta, donde todos bebían su cervecita y yo no
podía hacerlo, siendo eso para mí, lo más doloroso.
El
equipo de vacunación siguió su ruta programada y yo con los de sensibilización
partimos el día lunes 9 hacia la comunidad de Junín Pablo. Luego de las
vicisitudes del trayecto por el caño de las vaciantes del Imiría y los pirales
del lago del Chauya -donde nos auxiliaron en diferentes momentos, los amigos
Dan del Caserío Unión Vecinal y Oscar Abensur de Santa Clara, con sus pequeños botes
motores peque peques jalando la embarcación mayor-, llegamos al caserío Unión Vecinal
donde decidimos pernoctar y por la noche realizamos la reunión de
sensibilización, donde el representante de la DIRESA encontró una pariente que
era su tía.
De unión vecinal salimos a las
seis de la mañana del martes 10; llegando a la comunidad de Junín Pablo,
dejamos la embarcación mayor y nos dirigimos juntamente con el personal del
puesto de salud, hacia la comunidad de Nueva Yarina, ubicada al otro lado del
lago, cuyo cauce da inicio al lago del Chauya, el cual cruzamos en el pequeño
bote motor de Oscar Abensur, atracamos en el puerto del caserío 12 de Mayo e
iniciamos la travesía por camino entre el bosque. Yo me adelanté, tras
preguntar a la teniente gobernadora sobre la ruta del camino; tras veinte
minutos de camino parte del grupo me dio alcance en un motocarro y pasaron
raudos, pero les di alcance más adelante donde repentinamente había caído un
árbol que, mientras cortaban su tronco y ramas limpiando el camino, avanzamos a
pie y luego nos alcanzó nuevamente el motocarro un tramo más adelante y nos
embarcamos en ella y así ingresamos a la comunidad de Nueva Yarina. El motocarro
retornó a traer a los demás que venían atrás, pero ellos también llegaron
caminando, puesto que se encontraban cerca y ya habían entrado en calor. Tras
un breve desayuno en la casa de Juanita, donde nos sirvieron un guiso de huangana -que una semana después el
enfermero de Junín Pablo me diría que fue ronsoco- acompañado de su agüita
de cocotero. El apu de la comunidad de Nueva Yarina, durante la reunión fue
enfático en diversas preguntas como porqué les “obligan” a ponerse la vacuna
sabiendo que a “matado” a otros, que está provocando reacciones negativas a los
que se han puesto antes, entre otros mitos que había escuchado, y que la
decisión de su pueblo es “no vacunarse”. Sus interrogantes fueron respondidas
por los miembros del grupo y entre ellas participé mencionándole que el año
pasado la pandemia nos tuvo a todos asustados y en las comunidades nativas
decíamos que porqué el Estado nos ha olvidado y frente a ello afrontamos la pandemia
con la medicina tradicional y que resultaba irónico que, hoy que el Estado y
los aliados de ORAU llegan a la comunidad con la vacuna, lo rechazan. Al
concluir la reunión, el apu dijo que volverá a consultar a su población y que
venga nomas el equipo de vacunación el día fijado: 14 de agosto.
Por
la tarde, tras retornar de Nueva Yarina a Junín Pablo, un miembro de la Cruz
Roja y yo, nos separamos del grupo de sensibilización y fuimos al caserío de
Bella Flor, en el botecito de Oscar Abensur, para reforzar al grupo de
vacunación, puesto que aquel día retornaron a la ciudad de Pucallpa, tres
miembros (1 de PRISMA, 1 del programa mujer de ORAU y 1 de ORDIM, además que la
miembro del consejo consultivo hizo lo mismo dos días antes, para asistir al
congreso nacional de AIDESEP, que se realizó en Pucallpa los días 7, 8 y 9 de
agosto).
El miércoles 11 amaneció el
día con una pequeña ventisca -que amenazaba con desatar un temporal- que agitaba
las aguas del lago Imiría, señal que indicaba que no podríamos desplazarnos con
la embarcación, en prevención de algún naufragio. El cielo estaba sombrío, con
nubarrones que oscilaban entre grisáceas y negras, pero hacia el fondo del
cielo o más allá, se vislumbraba una pequeña abertura azul, por donde el sol
pugnaba por salir y la ventisca seguía y las aguas del Imiría se encrespaban de
a poco, que hizo que una pequeña plancha móvil del piral
arrimara a la embarcación, casi varándola por sobre las finas arenillas del
puerto de Bella Flor. Aun así y con la esperanza que amainara el cuasi
temporal, zarpamos para llegar a la hora indicada al caserío Pacífico, ubicada
a una distancia de 20 minutos aproximadamente en bote fuera de borda. Para
sorpresa nuestra, llegamos con un cielo veraniego, como si la ventisca hubiese sido
engullida por alguna anaconda mitológica del lago, y nos dirigimos al local de
uso múltiple, al cual nos guió la enfermera del puesto de salud de Bella Flor,
quien con su dinamismo y alegría contagiante, se contactó rápidamente con la
gente, mientras nosotros hacíamos la limpieza del local que tenía restos que
indicaban que hacía no mucho tiempo hubo una fiesta; acondicionamos el local
con los banners indicadores del proceso de vacunación y luego salimos en pareja
a hacer un “barrido casa por casa” invitando a los vecinos a vacunarse, donde
tuve la grata sorpresa de encontrar nuevamente a mi primo “Ricachón”, con quien
el día lunes me reencontré después de 5 años y, entre otras cosas, nos dijo que
no se vacunaría; de igual manera escuchamos el testimonio de Segundo, quien nos
dijo que antes le conocían con el sobrenombre de “Siete”, por tener el cuerpo
encorvado, tanto al costado y por delante, en forma parecida al numero 7, que
quedó así tras un accidente manejando maquinaria pesada y que al quedar
desempleado, con una mujer recién dada a luz y los estragos de la pandemia del
COVID-19, no tuvo otra alternativa más que trasladarse a la “chacra” donde
literalmente “nada te cuesta y todo está a la mano”, al menos el pescado aquí
en el Imiría, nos cuenta, a donde llegó viajando dos días en bote motor en
compañía de su padre -don Walter Mozombite, quien es amigo mío y de mi padre y a
quien luego encontré en el local de vacunación-, donde recuerda que en tránsito
a este lugar y al caer la noche, los comuneros de Puerto Purín, no les
permitieron atracar en el puerto, por temor al COVID-19 y tuvieron que dormir
como “apestados” en una playa alejada en uno de los recodos del río Tamaya. Asimismo,
nos relató cómo llegó a sanarse: “Una mañana fui con mi padre a ver mi trampa
y al cortar una rama que impedía el paso de la canoa, solté mi machete al
agua, entonces me incliné por el borde de la canoa metiendo mi brazo al agua,
como no podía ubicarlo introduje mi medio cuerpo con los dos brazos para buscar
y sujetar el machete, que al querer regresar a mi posición original no pude y
tuve que hacer un esfuerzo fuera de lo normal porque ya estaba queriendo
ahogarme, entonces logré sacar mi medio cuerpo del agua y con la fuerza que
hice me volteé más de lo normal y sentí un dolor inmenso en mi columna que sonó
muy fuerte, “truck”
y en ese instante con el dolor me paré y avancé hacia la proa”. Segundo
Walter, como reflexionando sobre este suceso, ahora recuerda las palabras de su
padre que exclamó diciendo “¡Has caminado hijo!” y tras reponerse de la
sorpresa, agregó “Dios tuvo un propósito contigo, que se cayera el machete
al agua. Un accidente te enfermó y un accidente te sanó” y concluyó su
narración diciéndonos “Ahora estoy bien, me he sanado, estoy haciendo mis
chacras y estos horcones de tahuarí
que ustedes ven, yo solito los he cargado”.
Segundo Walter fue uno de los
tantos pobladores que nos recibieron en la humildad de sus casas, con mucho
agrado y amistad, tanto así que nos sirvió una deliciosa mazamorra de harina de
plátano que cultiva en su chacra. Nos despedimos de él quien dijo que se
alistaría para ir a vacunarse y nosotros proseguimos con el “barrido” que,
dicho sea de paso, fue el último, ya que las otras casas contiguas al puerto se
encontraban sin sus ocupantes, y nos dirigimos al local donde veíamos que uno
que otro entraba a vacunarse. Después de transcurrido unos minutos, observé
hacia el puerto y vi que se acercaba alguien apoyado en sus muletas de madera,
siendo grande mi sorpresa al reconocer a “Ricachón” quien, al llegar hacia
nosotros, nos dijo que venía a vacunarse, causando en nosotros una gran
alegría. Luego de terminado el tiempo de observación, pedí a uno de los
miembros de la Cruz Roja que le tomara una foto para gestionar su constancia de
discapacidad en la municipalidad distrital de Masisea y su posterior acreditación
ante el MIDIS
y obtenga los beneficios que le corresponden. Luego, visitando una vivienda
cercana encontré al agente municipal quien me comentó que no podía vacunarse
porque desde hace tres días estaba tomando trago con el curandero que cura con
trago y le estaba tratando a su hijita. Con un quemante sol, retornamos a Bella
Flor, donde descansamos la tarde.
Al día siguiente, jueves 12, a
la hora acostumbrada por la mañana enfilamos proa hacia el caserío 23 de
Diciembre, conocido como Rivera, cuyas casas se encuentran
en
la punta de una isleta alrededor de un pequeño espacio libre que hace una
especie de canchita múltiple o plazuelilla con una calle por el lado derecho que
se interna hacia el fondo hasta un campo de futbol, donde al otro extremo se
levanta el local escolar, donde se determinó para la vacunación, el cual fue
uno de los pocos locales que encontramos en perfectas condiciones: pulcro y
limpio, refaccionado, piso de concreto, techo de calamina, paredes de madera pintadas
y su mobiliario escolar pintado con barniz y encharolado. La vacunación terminó
antes de la hora convenida y por indicación de la enfermera cruzamos la pequeña
resaca y nos trasladamos al frente, el caserío Santa Clara, donde sólo habitan
6 familias y si se encontraban los vacunarían para ganar tiempo y no regresar
mañana, para abreviar el tiempo; sin embargo, sólo encontramos a tres personas
que nos dijeron que nos esperan para mañana y los demás se encuentran
realizando sus labores cotidianas en sus chacras, por lo que optamos por
retornar nuevamente a Bella Flor.
El viernes 13 nos dirigimos al
caserío Santa Clara, donde encontramos a la gente esperándonos, pero muchos de
ellos indecisos por uno u otro motivo, sin embargo, como de allí es morador el
amigo Oscar Abensur, con algunas bromas disipó sus “dudas y temores” y todos
los que estaban presentes se vacunaron. A eso de las diez de la mañana,
enrumbamos hacia el otro extremo del lago Imiría, más o menos a la mitad, al
caserío La Perla del Imiría, ubicada al frente de la comunidad de Caimito,
donde al observar el ánimo de la gente concluimos que nos estaban esperando,
puesto que algunas personas se encontraban en faena de limpieza de su campo
deportivo. La vacunación se realizó en los ambientes del pequeño local escolar,
donde nos recibió su profesor. Luego de vacunar a todos quienes se encontraban
presentes, el licenciado y la enfermera se dirigieron a la casa de un señor
anciano que se encontraba postrado y los acompañé, resultando el anciano ser el
papá y abuelo de unos amigos de la familia a quien conocimos en el caserío
Abujao muchos años atrás. Mientras esto sucedía, paralelamente un miembro de la
Cruz Roja, infructuosa e insistentemente llamaba por teléfono a la sub jefa de
la comunidad de Caimito, para encargarle el almuerzo que tras un “milagro” de
Jesús -que así era el nombre de unos de los miembros del equipo- logró
comunicarse con ella, quien respondió que se encontraba en Masisea y adiós
almuerzo, ya que en Bella Flor no encargamos el almuerzo confiados que lo
haríamos en Caimito y como por la tarde nos desplazaríamos a Junín Pablo, todos
acordamos apurar la retirada de La Perla del Imiría, el caserío que “sí
existe”, a decir de “Washito Lao” según slogan impreso en
el letrero que donó al caserío , colocado en el puerto principal.
Tras recoger los equipajes y
el lote de vacunas, juntamente con el personal de salud de Bella Flor, zarpamos
a la comunidad de Junín Pablo, tras despedirme del Sr. Barboza, con quien hice
amistad, durante mi permanencia en ella. Llegamos a Junín Pablo, donde observé
que había un espíritu de fiesta con la presencia de grupos de personas entre
jóvenes y adultos que caminaban y jugaban fulbito y vóley por uno y otro lugar,
que posteriormente nos enteramos que pertenecían a varias delegaciones
cristianas allí presentes que habían llegado con motivo de una fiesta de
avivamiento y alabanza organizado por la iglesia evangélica “Tiempo de Dios”.
Luego de almorzar como errados, nos acondicionamos en los ambientes del puesto
de salud, con autorización de su jefe, un licenciado en enfermería. Una hora
mas tarde, el personal del puesto de salud de Bella Flor se despedía de
nosotros, con abrazos y gestos de mutuo agradecimiento por los días de trabajo
en favor de los pobladores, retornando a su lugar, siempre en compañía del
integrante del grupo “cero o de avanzada”, el amigo Oscar Abensur.
En
horas de la noche, Junín Pablo era un bullicio y la gente se centralizaba en el
frontis de la Iglesia “Tiempo de Dios”, ubicada en la calle central de la
comunidad, donde acondicionaron un estrado y allí se presentaban artistas,
cantantes, pastores y ministros de la palabra de Dios, entre ellos el grupo
Kerigma canta internacional y la delegación de la comunidad intercultural de
Cantagallo, ambas provenientes de la ciudad de Lima, así como otras
delegaciones venidas de otros lugares de la región Ucayali, como Aguaytía,
Iparía, Masisea, etc., donde entre sus diversos cantos, mensajes,
testimonios y prédicas estaban dirigidas a “fortalecer
su fe en Dios” y no ser “jonibo yusma” puesto que según la Biblia en el libro de
Los Salmos capítulo 91, Dios garantiza su protección a quienes confían
en Él -que muchos repetían días posteriores en tertulias indistintas, durante
las visitas, como lo acontecido posteriormente en una casa de Nueva Yarina,
donde encontramos un grupo de “hermanos” descansando luego de los tres días de
vigilia que concluyó aquella madrugada- y en el libro de Apocalipsis Capitulo
20:11-15,
que
no
hay muerto grande ni pequeño y por tanto sólo deberían confiar en él y no
vacunarse, porque eso es el “sello de la bestia”.
A primera hora del día sábado
14, cruzamos en un bote con toldilla el brazo del lago del Chauya, acoderamos
en el puerto del caserío 12 de Mayo y nos dirigimos caminando hacia Nueva
Yarina, pues aparte de mí, sólo se encontraban los miembros de la Cruz Roja -quienes
en todo momento mostraban su entrega indesmayable en el desplazamiento para
llegar hasta el poblado, sea por tierra o por agua-,que aquella mañana caminaban
sin denuedo por la trocha bajo la sombra de los árboles y claros de sol, entre
lomadas y bajadas del terreno por donde serpenteaba el camino, pues de sus
cinco miembros, tres eran voluntarios y de ellos dos eran mujeres jovencitas
que con mucho arrojo iban con pasos decididos y fuertes superando el cansancio,
pues sus ánimo contagiaban a todos y el camino se volvía más ameno. Por acuerdo
anterior y cumpliendo con el acuerdo del grupo, sólo el personal de salud de Junín
Pablo se adelantó en un motocarro, para así atenuar el cansancio de una
caminata bajo el sofocante sol de esos días y así llegaran expeditos y frescos para
aplicar la vacuna. Grande fue la sorpresa cuando allí finalmente sólo se vacunó
un anciano en el local escolar en toda la mañana, según lo programado. El jefe
de la comunidad brilló por su ausencia, sino que llegó a su casa
simultáneamente al mediodía, a la hora que nos retirábamos, diciendo que se
había ido temprano a la cocha. Por persuasión de la enfermera, se vacunó en
casa el agente municipal, a quien le encargamos que si hay otros pobladores que
quisieran vacunarse podrían hacerlo más tarde en el caserío 12 de Mayo o mañana
en Junín Pablo. Casi al concluir la vacunación en 12 de Mayo -que dicho sea de
paso se vacunaron todos quienes estaban presentes-, llegó un poblador de Nueva
Yarina a pedir que lo vacunaran.
Luego de esta “non grata” experiencia, el día domingo
15 fuimos al caserío Unión Vecinal, donde para sorpresa nuestra, todos se
vacunaron, en un número de 43 personas, donde lo más resaltante en el “barrido
de casas” todos nos decían que sí van a vacunarse y hasta hicieron cola, que
anecdóticamente vi hasta dos colas: una de personas en la entrada del local
escolar y otra de vacas al costado del mismo local, puesto que Unión Vecinal a
la vez es un pasto donde pastan las vacas a su libre albedrío.
El día lunes 16 de agosto, fue
nuestro “Waterloo” en la comunidad nativa
del pueblo shipibo-konibo Junín Pablo, donde sólo 10 personas decidieron y
aceptaron vacunarse contra el COVID-19 en relación a cerca del millar de
habitantes con que cuenta, pese a que a las seis de la mañana, al concluir el vespertino
programa evangélico que se difunde por el altavoz comunal, fui a convocar e
invitar a la población a vacunarse, haciendo alusión a la presencia de los
diversos aliados presentes en el lugar, producto de las gestiones de ORAU y
ORDIM, a quienes también entrevisté en directo a los representantes de la Cruz
Roja y PRISMA, que de igual manera informaron los beneficios e importancia de
la vacuna anticovid. Al concluir dicho acto se apersonó el jefe de la
comunidad, que tras saludarle me dijo que ya el personal de la comunidad está
haciendo la limpieza y acondicionamiento del local comunal para el proceso de
la vacunación, del cual ya tenían conocimiento que fue anunciado por el grupo
de sensibilización -que días antes había “bajado” a la ciudad de Pucallpa al
concluir su misión-. Luego de este breve acto de invitación, conjuntamente con
los miembros de difusión que un día antes retornaron a Junín Pablo,
acondicionamos tres motocarros adornados con globos y cintas multicolores y
abanicos alusivos a la vacuna y salimos en caravana recorriendo todas las
calles y barrios de la comunidad, perifoneando con un megáfono y spots grabados
por USAID, PRISMA Y ORAU en idioma shipibo, asháninka y castellano. De igual
manera coordinamos con el director de la Institución Educativa Agropecuario
Bilingüe “Leoncio Prado” y fuimos a invitar a los alumnos mayores de 18 años
para vacunarse. Allí nos refirieron que todos los docentes ya están vacunados y
solo a uno de ellos le faltaba la segunda dosis, siendo uno de los que se
vacunó por encontrarse en el lapso de tiempo de los 21 días mínimos posteriores
de la primera dosis. Sin embargo, concluida la campaña de vacunación con esos
resultados nada alentadores el personal de salud se retiró del local de
vacunación y se constituyeron al puesto de salud, donde en horas de la tarde,
incluida la noche, vacunaron a algunos más que voluntariamente se acercaban a
vacunar, incluso procedentes desde el caserío Bella Flor que para admiración al
día siguiente llegaron de madrugada y fueron atendidos antes de partir para
Santa Rosita del Chauya.Para desplazarnos a Santa
Rosita del Chauya, la tarde anterior acordamos subdividirnos en dos grupos: uno
de sensibilización compuesto por seis personas y otra de vacunación con igual
numero de integrantes que irían en momentos diferentes, para que la embarcación
o bote motor hiciera dos viajes para transportar los dos subgrupos según el
itinerario siguiente: puerto de Junín Pablo-pasto del Sr. Rolando Chacón y
viceversa, en un lapso de media hora cada uno, luego cada grupo caminaría por
entre el pastizal cruzando el monte hacia la otra orilla del lago Chauya, en
promedio de 20 minutos, para ser recogido por otra embarcación proveniente del caserío
de Santa Rosita de Chauya y surcar las aguas del lago en promedio de 25 minutos
para recién arribar al destino, mientras otro bote hacía los mismo con el otro
subgrupo y realizaría el mismo trayecto. Y así fue.
Aquella mañana del martes 17, se
cumplió el plan tal como se había programado, resaltando la presencia del Sr.
Rolando Chacón, poblador del lugar y propietario del pastizal donde
desembarcamos y solícitamente se dispuso ser nuestro guía para atravesar el
pastizal y el monte alto; en el pastizal todos nos mojamos con la shullma
o rocío de la mañana que queda impregnado en las hojas de las gramíneas de brachiaria
y de las leguminosas de kudzu y en el
monte alto nos recibieron diversidad de aves y pajarillos que cantaban alegre
la mañana. Llegando al otro lado del terreno, tuvimos que esperar un buen
tiempo y con alegría logramos divisar a lo lejos que se acercaba una
embarcación, eran las autoridades comisionadas para trasladarnos hacia su
caserío, y detrás de ella otro bote más para recoger al siguiente sub grupo que
venía detrás de nosotros.
Ya en Santa Rosita del Chauya,
luego de recibir la bienvenida del único profesor del lugar y tras haber acondicionado
el local de la escuelita, iniciamos la charla de sensibilización dando a
conocer la importancia de la vacuna contra el COVID-19, donde algunos presentes
también hicieron preguntas parecidas al apu de Nueva Yarina, como que tenían
noticias de que una señora vacunada en Caimito había convulsionado, entre otras
más, a lo que una miembro de la Cruz Roja fue enfática en refutar tal
afirmación informando que mientras ella se encontraba en Caimito por más de 5
días y otros que se quedaron más días posteriores a la vacunación no se había
reportado caso alguno por el personal del puesto de salud de Caimito, mucho
menos se escuchó algo así durante los tres días que se vacunó en horas de las
tardes en dicho lugar, y que en todo caso el morador diera el nombre completo
de la persona aludida para corroborar en el instante con el personal de salud
de Caimito. También intervine como representante de ORDIM enfatizando que hasta
cuando tomamos algún vegetal, como el látex de ojé para darles a nuestros
niños o para nosotros mismos, tenemos que dietar antes y después y que en todo
caso por nuestra salud tenemos que privarnos de ciertas cosas, pues de igual
manera es la vacuna, que solamente requiere ciertas abstenciones antes y
después. Posterior a
ello
y luego de otras aclaraciones, los asistentes expresaron su decisión de
vacunarse, logrando que todos los presentes recibieran la primera dosis de
vacuna. Lo sorpresivo para nosotros fue que al finalizar la vacunación, las
autoridades, profesor y moradores nos sirvieran una riquísima vianda consistente
en un exquisito guiso de majás
y asado de lisa negra acompañado con arroz
blanco, su inguiri
y un delicioso refresco de toronja,
el cual departimos con mucho gusto y agrado junto con ellos, denotando otro
tipo de organización y recepción comunitaria en agradecimiento por la llegada
del personal de salud y demás acompañantes procedentes de muy lejos llevando
hasta el mismo caserío tan importante medicamento, por unos ansiadamente
esperado y por otros rotundamente rechazado. A esta altura de las cosas cabe
una pregunta ¿Hasta qué punto estuvo sincronizada la oficina de imagen de la
ORAU con los miembros de los grupos de sensibilización y vacunación para informar
a los pobladores de las comunidades del Imiría-Chauya sobre los pormenores e
incidencias de las actividades que desplegaban en la zona? ¿Contaban asimismo
con el cronograma de visitas a las comunidades para su respectiva difusión,
anunciación, anticipación, programación y cambios en el lugar de los hechos
para que los comuneros tengan real conocimiento de causa y predisposición para
las vacunas?
La despedida de Santa Rosita
de Chauya fue muy emotiva porque todos estaban contentos y agradecidos
mutuamente y de nuevo los sub grupos se embarcaron cada uno en el bote que les
transportaría hacia el otro lado del lago y emprender el camino de regreso
hacia Junín Pablo, en medio de una paisaje cuasi paradisiaco y a la vez
tenebroso por el oscuro color de las aguas del lago pero que provocaban tocarlo
para sentir su frescor bajo los radiantes rayos del sol del mediodía que a esas
horas eran repelidas por las suaves brisas del viento que encrespaban las olas
y todos nosotros nos olvidábamos momentáneamente del bullicio de las grandes
urbes.
Al amanecer del día miércoles
18 de agosto, nos despedimos del enfermero del puesto de salud de Junín Pablo y
nos dirigimos al puerto principal de la comunidad, embarcándonos en compañía de
los zancudos y la neblina que circundaba el lugar, zarpando luego rumbo hacia la
ciudad de Pucallpa, donde arribamos a las once de la
mañana.
De un
universo de 2100 personas, incluyendo a las cuatro personas de la comunidad
nativa de Nuevo Egipto, sólo se vacunaron 355 personas (Ver Anexo N° 01),
que viene a ser el 16.90% de la población. Entendiendo que sólo podían
vacunarse mayores de 18 años, que vendría a ser el 60% de la población,
representada en 1260 personas, entonces se infiere que se logró vacunar
solamente al 28.17% de personas mayores de 18 años.
Esta
cifra resulta totalmente alarmante, el cual demuestra que todo el esfuerzo
desplegado por las instituciones aliadas convocadas por la ORAU ha sido inútil
y frente a ello, la ORAU tácitamente “estaría perdiendo credibilidad” ante las instituciones aliadas, como en
este caso PRISMA, Cruz Roja y la DIRESA, quienes desplegaron toda una logística
y personal para llegar directamente a las comunidades y éstas no respondieron a
las expectativas, a diferencia de pobladores de los caseríos que aun no siendo
bases de ORDIM-ORAU, generalmente en su mayoría se mostraron asequibles y
predispuestos a la vacuna, como es el caso del caserío Unión Vecinal.
¿Cuál
sería el factor determinante para este resultado? ¿Acaso la escasa capacidad de
convocatoria o convencimiento de la organización matriz a través de sus
dirigentes y soporte técnico para con los comuneros? ¿Los comuneros tuvieron
poco tiempo para informarse sobre las bondades de la vacuna contra el COVID-19
o es que tenían prejuicios en contra de la vacuna, sea por ignorancia o por la
enraizada presencia e injerencia de las iglesias evangélicas u otras a través
de sus pastores o medios de comunicación afines? ¿La oficina responsable de
comunicación de la ORAU no estuvo a la altura para afrontar esta situación o
simplemente no sintonizaron con el momento? En todo caso también amerita
preguntarnos cuánto ha invertido el Estado o las instituciones aliadas en la
difusión publicitaria de esta campaña de vacuna contra el COVID-19 y a qué
medios y cuánto representó la inversión monetaria para la difusión de los spots
publicitarios. Puesto que todo tiene relación una con otra y que nada está
aislado.
CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS
§ Es
necesario que todas las actividades de la institución estén sincronizadas entre
los directivos y la oficina de imagen de la ORAU, para lograr la efectividad de
las acciones que se emprendan en beneficio de la población.
§ Es
indispensable el enlace institucional, para la difusión pre y post actividad y la
evaluación de la misma.
§ Haber
alcanzado solamente un 28.17% de población vacunada, es una alarma de cómo y
cuánto está engarzada y enraizada la gran mayoría de la población
shipibo-konibo con las iglesias adventistas y evangélicas en sus diferentes
sectas, misiones o divisiones que tienen presencia en el lugar y que
distorsionan la mentalidad de sus “creyentes” en torno a mitos como el “sello
de la bestia” que en lo que respecta a la vacuna contra el COVID-19, tendrá
funestas consecuencias.
§ La
ORAU y sus bases tienen una urgente tarea de reformular sus planes de acción
operativa y social en relación a los aliados-población.
§ El
Estado y las instituciones aliadas deben reformular su actuar en relación al criterio
que tienen sobre la difusión publicitaria de las campañas que emprenden con las
comunidades nativas y/o aborígenes, debiendo hacerlas en alianza con los
comunicadores indígenas y no solamente con medios o programas tradicionales.
§ Es
necesario reflexionar sobre las consecuencias del COVID-19 en torno a su origen
y consecuencias en el contexto del mundo globalizado y la idiosincrasia de
nuestra gente.
ANEXO
N° 01
CANTIDAD
DE POBLACION POR COMUNIDADES Y CASERÍOS Y CANTIDAD DE VACUNADOS POR PUESTO DE
SALUD
N°
|
LUGAR
|
POBLACION TOTAL
|
FAMILIAS
|
VACUNADOS
|
OBSERVACIONES
|
|
PUESTO DE SALUD CAIMITO
|
911
|
|
127
|
|
1
|
CN Caimito
|
522
|
|
66
|
48 vacunados el primer día, 06 vacunados el segundo día por la tarde y
12 vacunados el tercer día por la tarde; gracias al desprendimiento y entrega
del personal de salud, al igual que en los otros puestos de salud.
|
2
|
CN Nuevo Loreto
|
111
|
|
13
|
|
3
|
CN Buenos Aires
|
67
|
|
15
|
|
4
|
Caserío Flor del Imiría
|
179
|
|
8
|
|
5
|
Caserío Nueva Generación
|
32
|
|
25
|
|
|
PUESTO DE SALUD BELLA FLOR
|
293
|
67
|
126
|
|
6
|
Caserío Bella Flor
|
167
|
40
|
45
|
|
7
|
Caserío Santa Clara
|
10
|
3
|
9
|
|
8
|
Caserío Pacífico
|
46
|
8
|
23
|
|
9
|
Caserío La Perla del Imiría
|
29
|
6
|
17
|
|
10
|
Caserío 23 de Diciembre
|
41
|
10
|
32
|
|
|
PUESTO DE SALUD JUNIN PABLO
|
892
|
|
102
|
|
11
|
Caserío Unión Vecinal
|
68
|
|
45
|
|
12
|
Caserío 12 de Mayo
|
63
|
|
18
|
|
13
|
CN Nueva Yarina
|
127
|
|
3
|
|
14
|
CN Junín Pablo
|
595
|
|
18
|
10 vacunados por la mañana y 08 el resto del día y madrugada del día
siguiente. Según las coordinaciones realizadas por el grupo de
sensibilización, se tenía previsto que los pobladores de la CN Nuevo Egipto
(Con sólo 01 familia) debían trasladarse para la vacunación en Junín Pablo,
debido a la casi inaccesibilidad para llegar al lugar, pero tampoco llegaron.
|
15
|
Caserío Santa Rosita de Chauya
|
39
|
|
18
|
|
TOTAL
|
2096
|
|
355
|
|
Fuente. -
Municipalidad Distrital de Masisea y Puestos de Salud de Caimito, Bella Flor y
Junín Pablo. Elaboración personal.
ANEXO
N° 2
UBICACIÓN
DE LAS COMUNIDADES Y CASERÍOS DE LOS LAGOS IMIRÍA Y CHAUYA