sábado, 27 de febrero de 2010

El Planeta Tierra



Conociendo sus paisajes

viernes, 19 de febrero de 2010

TEMBFLORES DE LA SELVA

SIMBIOSIS

Viento que soplas,
viento que naces de la nada,
viento que vas y no vuelves,
sino hasta volver a sentirte…
!Ven!

Ven, acampa con nosotros,
limpia nuestros tallos,
sacude nuestras ramas,
bate nuestras hojas,
¡Defiéndanos!

Defiéndanos, de la depredación del hombre,
quien enceguecido por el dinero,
nos persigue y asesina.
¡Sálvanos!

Sálvanos, amigo viento,
tus amigos los árboles te llamamos.
Hagamos una alianza
para que la vida nunca muera.
¡Ambos nos necesitamos!

Nosotros, para que lleves nuestro mensaje.
Tú, para que reines en nuestros bosques…
y los hombres aprendan de nuestra alianza.



VIENTO

I

Eres un impulso de lo desconocido,
no sabemos de dónde vienes,
ni adónde vas
pero vienes, te acercas.

A veces, arrasas eólicamente,
devastando en tierra y alta mar.

A veces, meneas los árboles a tu paso,
ondulando hierbas y arbustos.

A veces, detienes a las aves pescadoras,
suspendiendo sus vuelo en el lago.

A veces, soplas las aguas mansas,
moviendo huamas, palizadas, canoas y balsas.

A veces, agitas el fondo del lago,
perturbando peces, boas, yacurunas y sirenas.

A veces, envías furiosas olas hasta la desnuda orilla,
arrancando las desesperadas raíces del Yarinacocha.

A veces, regalas suaves brisas a la gente,
llenando de paz el alma en el susurrante boscaje.

A veces, invitas a bañar flotando sobre tus alas,
en el agua ondulante.

A veces, desordenas el peinado de los enamorados corazones,
provocando el éxtasis de las parejas,

A veces, tocas suavemente,
acariciando hasta los sentimientos.

II

Viento,
cuando te siento,
llegas hasta el núcleo de mis neuronas,
para pensar;
llegas hasta la última arteria de mi corazón, para amar.

Viento,
cuando te siento,
penetras hasta lo más profundo de mi ser,
para pensar, amar y luchar por mi pueblo,
que padece injusticia, hambre y muerte.

¿Y quien afrontará todo esto?
Nosotros, tornándonos cual huracán sublevado,
para arrancar de nuestra Patria
a los culpables de este caos.

Viento,
después de todo…
tocaremos suavemente la tierra,
acariciando dócilmente,
a cuantos compañeros y compañeras
encontremos a nuestro paso
y la alegría y la paz,
estarán con nosotros…
para esparcirlas por el mundo.





TROCHEANDO

Caminar por la selva,
navegar por sus cochas
acampar en sus riberas,
explorar sus aguajales…
es descubrir cosas nuevas ,
es disfrutar aventuras maravillosas.

Encontrar una quebrada,
tocar sus aguas y
su orilla
recorrer silbando,
perturbando el silencio momentáneo
es fascinante.

Como es impresionante
el ruido intempestivo
que causa al caer una rama,
arrancada por el paso de los años,
rompiendo el silencio de la montaña,
agitando el corazón.

Observar el vuelo de las mariposas,
en las playas de verano,
es un juego de colores y,
allende las montañas,
las abejas son reinas,
de las flores multicolores.

Escuchar a los pajarillos,
entonar mil melodías,
es un deleite,
mientras la ternura del viento persiste,
levantando hojarascas
esparcidas a la vida.

Todo un conjunto,
todo un sistema,
en la selva hoy es un dilema;
pues hablar de ecología es un actual tema,
porque la depredación
es un gran problema:

Las cochas se secan,
las riberas se erosionan,
los aguajales se extinguen,
las quebradas cambian de curso,
las montañas se caen,
el viento se enrarece,
las mariposas se ahuyentan,
las abejas producen hiel y
el verano se vuelve invierno.



UN ATARDECER DE AGOSTO


Un atardecer de agosto,
el polvo de la tierra,
mezclado con el humo del fuego
que arrasaba las chacras veraniegas
se levantaba muy alto,
cubriendo cuanto existe sobre la tierra.

Un atardecer de agosto,
el polvo de la tierra,
formaba una atmósfera grisácea
con celestirrojos jaspes en el cielo,
cual inmensa cortina del mundo,
o quizá un mantel imaginario
sobre la mesa solitaria,
con una refulgente naranja metálica;
servida en el gélido invierno
con la novia ausente,
y el amor hecho trizas.

Un atardecer de agosto,
aquella naranja resplandecía sola,
se acercaba y me hipnotizaba,
introduciéndose bajo mis párpados…
tiñendo el mundo de rojo.

Un atardecer de agosto,
cushuris, tibes y garzas
sobrevolaron mi cabeza
atravesando mi corazón
rumbo a sus nidales.

Un atardecer de agosto,
el polvo de la tierra,
todo lo transformaba,
allá,
lejos de las grandes urbes.

Un atardecer de agosto,
el polvo de la tierra
era verdiazul,
y el viento y el agua eran amigos
cuando no existía el pecado.

Todo era hermoso
en suma excelsitud,
quizá era otra Creación,
allá
en la distancia.

Un atardecer de agosto,
el polvo de la tierra
brindaba un ocaso impresionante,
porque aquella naranja brillaba con vivo color
sobre la copa de los árboles,
rodando hacia el confín
de la inmensa alfombra verde,
alejándose más y más,
dejando una suave brisa vespertina,
enviándonos una noche estival, que todo lo cubría,
con sus grandes alas.

Aquella tarde de agosto,
recordaba al tierno amor que se fue,
dejando mi corazón
perdido en la oscuridad,
como aquella naranja metálica
que desaparecía en la inmensidad de la noche.


AMOR DE SELVA

"Desde el Abujao al Tamaya,
desde el Purús al Aguaytía,
desde el Chauya al Cumancay".

Nuestras miradas se encontraron,
como las del felino tigre y el débil venado,
y la tomé entre mis brazos,
como el bárbaro renaco a la frágil chonta.

Su respiración se entrecortaba,
entre sus palabras,
como se enrarece
el aire en las profundidades del Encañado.

Sus manos se convencieron
de aferrarse hacia mí,
como las furiosas olas que horadan,
el colosal barranco del Altarurco.

El sediento palpitar de sus rojos labios,
como los pétalos de la flor del paujilruro,
como las voraces lenguas de fuego que se levantan,
delataban el fuego ardiente de su ser
que pedía ser colmada.

Nuestras bocas se unieron
en el frescor sensual del deseo,
atraídos por el imán de nuestros corazones,
y el día se prolongó siglos,
como los siglos con que cuenta el montarás perdido.

Mis brazos la sujetaron con más fuerza,
y ella,
cual nido de paucar,
prendida de mi cuello,
se ceñía más a mí.

Aquel encuentro fue anticipado
desde nuestros nacimientos,
y las calcinadas piedras del Shesha
petrificaron aquella escena,
grabando para siempre,
nuestra entrega de amor.

En las aletas del desafiante shihuahuaco,
al roce de nuestros jadeantes cuerpos
nos prodigamos sensuales caricias,
en la intimidad de la selva,
cuyos testigos fueron
los simbióticos seres de la tierra.

Aquel mediodía,
el cielo atronó,
en la cima de la vida y del tiempo...
enmudeciendo
en un instante,
la inmensa selva verdiazul.


Y desde lo más profundo de la tierra,
los volcanes dejaron escuchar
su ensordecedora explosión.
bajo el cielo que dejaba caer sus primeras gotas de lluvia.
La erupción apagó el canto de la cashuera
y la rugiente rabia del otorongo.

Con el agua corriendo a raudales
el desbordamiento que arrasaba con todo,
la tomé entre mis brazos, como el bárbaro renaco a la frágil chonta,
y emprendimos el viaje aligerando el paso
cual mensajero viento de las tempestades de Santa Rosa,
perpetuando nuestro amor feraz.