DIVINA SOLEDAD
A
veces siento que la soledad invade mi corazón.
Y
cuando siento la soledad invadir mi corazón, siento que me encuentro solo,
solo, solo. Tan solo dentro de mí, que aunque tenga a alguien cerca,
simplemente me siento solo.
Podría
refugiarme en mis pensamientos, en mis recuerdos, en mis tristezas y, aun así,
no puedo conciliar ni concebir que por más que trato de olvidar o eludir la
tristeza, la soledad, siento que me es imposible; tan imposible que termino por
aceptar que la soledad es parte innata de mi ser, de mi yo, de mi propia existencia.
Entonces,
lo único que puedo hacer es aceptar la soledad, convivir con ella. Y ese acto
de convivencia requiere vivirla, disfrutarla, sentirla.
Sentirla
y vivirla con pasión infinita, tan
infinita que no hay mejor que acompañarse de un lápiz y un papel para plasmar
de verdad esa pasión de la soledad,
transformándola en líneas, en letras, en palabras, en frases, en oraciones, en
versos, en poema, en poesía, en canto, en danza, en júbilo sintiendo el susurro
y las caricias del viento que me transportan hasta a ti, oh, divina mujer.
¡Qué
importa la tristeza! ¡Qué importa la soledad! Si ellas son las vías para
acercarme a ti, para estar en ti mujer, hecho amor para soñar y volar juntos,
aunque sea un instante con tal de desterrar la soledad y vivir la plenitud de
tu compañía ¡Oh, divina soledad!
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