jueves, 6 de abril de 2023

EL VIH CRUCIS DE LOS CRISTOS

 

EL VIH CRUCIS DE LOS CRISTOS 

 


- ¿Por qué mejor no se queda usted y se va mañana? -Le dijo Elí en tono interrogativo y casi suplicante a Eimy, cuando la delegación de jóvenes partía al aeropuerto rumbo a sus lejana Purús, al concluir sus visita de estudios de toda una semana en  la ciudad de Pucallpa.

Ella simplemente esbozó una leve sonrisa y solamente atisbó a decir que eso no podría suceder.

Sin embargo, Elí, empecinado y jugándose la última carta, como alternativa y esperanza de poder entablar un futuro contacto con ella, se atrevió a decirle.

- ¿Al menos podría darme su número de celular?

Eimy, que también se sentía flechada por los modales y la caballerosidad de Elí, asintió con la cabeza -ya que sus delicadas manos sostenían una bolsa cada una y su maletín a la bandolera.

Aquella tarde el cielo estaba cargado y la lluvia caía intermitente haciendo que las calles se cubran de lodo y en las zonas bajas desbordasen las acequias y los cauces de las quebradas que atraviesan caprichosamente por diversos puntos de la ciudad. Elí se recluyó en su habitación escuchando música instrumental élfica que le gustaba en demasía -incluso al dormir dejaba prendido el buffer a bajo volumen, cuya melodía le transportaba a otros mundos,  según él- y le infundía nobles sentimientos inspirándole a escribir algunos versos a su nuevo amor, Eimy, la joven estudiante que le rompió inusitadamente las aceradas cadenas de su solitario corazón, que hace cuatro años había experimentado la aciaga partida de su adorada atalayina, con quien tuvo dos niñas y que hoy son su motivo  de vivir.

La avioneta aterrizó bamboleante en el rústico campo de aterrizaje de Purús.  Eimy, con los crespos hechos descendió de la frágil nave y se dirigió rauda hacia el improvisado hangar, esperó su equipaje y luego encaminóse a su casa habitación que anteriormente le habían asignado como secretaria de la municipalidad donde laboraba.

Era finales de año y todo era un alboroto en el  pequeño pueblo donde trabajaba Eimy. Todos los trabajadores de la municipalidad hacían maletas para retornar a sus lugares de origen,  la   mayoría a la  ciudad  de Pucallpa y unos que otros a Atalaya, Breu y Lima. Eimy soñaba con retornar a Atalaya, pasar las fiestas de navidad y año nuevo y luego viajar a Lima a concluir sus estudios de Antropología, pasando por Pucallpa, donde vivían sus pelangochitos. Sin embargo, como no siempre las cosas se    dan a pedir de boca, todos los planes de viaje se fueron al agua, porque los dirigentes del Frente de Defensa de Purús con el padre Piovisán  a la cabeza, un día lunes que amaneció, muy de madrugada tomaron el aeropuerto exigiendo al gobierno central la construcción de la carretera Purús-Puerto Maldonado. De la noche a la mañana todos los purusinos, a manera de conspiración desde sus puestos y funciones, no prendieron el grupo electrógeno que daba fluído eléctrico al local de la municipalidad, la comisaría, el ejército y al aeropuerto. Los enfermeros no abrieron la única y descalabrada posta médica que atendía a los pacientes fronterizos, las bodegas y restaurantes no abrieron sus puertas y el personal de las escasas instituciones públicas existentes no tenían donde comprar o ingerir sus alimentos; la única radiofonía no estaba operativa y el servicio telefónico del cuartel del ejército no funcionaba porque no había fluido eléctrico y los cables habían desaparecido en toda la cuadra como por arte de magia. Los batelones estaban ausentes en el puerto principal, tanto así que los brashicos -apelativo de los ciudadanos procedentes de la vecina república del Brasil- no podían viajar río abajo hacia sus localidades.  Sólo la campana de la iglesia sonaba intermitente y el bullicio generalizado de la gente iba en aumento alrededor  de la glorieta  de la plaza de armas, donde  un barbado hombre de tez blanca y calva cabellera  arengaba a los pobladores diciéndoles que todos los hombres y mujeres de Purús, tienen el deber  histórico de luchar siquiera una vez en sus vidas, para salir de la postergación y olvido en que se encuentran por parte del  gobierno nacional y que no era posible que una sola persona, valiéndose de malas artes, se haya apropiado de los vuelos chárter y decidía quienes viajaban  de Pucallpa, la capital regional, hacia la fronteriza Purús y viceversa.

- Ahora es cuando, queridos hermanos y ciudadanos de Purús, que el gobierno central debe escucharnos y disponga de inmediato las condiciones necesarias para humanizar el trato a la  gente y democratizar los vuelos. Es inaceptable que los vuelos sean sólo para traer combustible de Pucallpa y llevar madera para allá, dejando de lado a los pasajeros, visitantes, enfermos, estudiantes, profesores, enfermeros y trabajadores de otras instituciones del Estado que día a día tienen que transportarse y, sin embargo, se quedan varados por semanas o meses. -Era la perorata del curita “comunista”, a decir de las autoridades y el famoso Gingin y, de yapa, las oenegés “ambientalistas” con presencia en dicha provincia, que sobornaban a los dirigentes  indígenas para contrarrestar la protesta del pueblo purusino, aduciendo que una carretera pondría en riesgo la flora y fauna de las áreas de reserva y exponían en peligro la vida de los “no contactados”. ¿Están de acuerdo con esta situación hermanos de Purús?  Preguntaba el curita y la gente enardecida respondía con un no rotundo y sonoro cuyo eco repercutía como flechas envenenadas en la comisaría de la policía nacional y el cuartel del UMAR 5.  ¿Están dispuestos a luchar para que esta situación cambie y muy pronto se construya la carretera para interconectarnos con Puerto Maldonado? ¡Si! Sentenciaba la gente como estridente respuesta.

Ante esta  situación, el viaje esperado de los trabajadores de las instituciones públicas se fue al agua y el  sueño de las fiestas de fin de año y la visita a  familiares se esfumaron como en las mañanas desaparece la niebla del río Purús. Transcurridos los días, llegó una comisión de alto nivel del gobierno central a Purús, se reunieron, debatieron, suscribieron acuerdos y compromisos con la sociedad civil y, a decir del padre Piovisan, todo quedó en nada y Purús aún continúa en el olvido, fosilizado como el Purusaurus, del extinto médico Ulises Reátegui, que hoy su quijada se suma a la eterna protesta de los purusinos y sisea en silencio en el Parque Natural de Pucallpa.

Eimy, estaba desconsolada, porque ya no viajaría y sus estudios se postergarían sin fecha y no podría ver a sus pelangochitos durante un buen tiempo más.  Era la semana de fin de año, estaba de vacaciones y se encontraba aburrida cuando de repente sonó su teléfono.

- ¡Aló!  ¿Con quién hablo?  -Atinó a balbucear mecánicamente.

- ¿Eimy, eres tú? - Escuchó ella del auricular.

- ¡Sí, soy yo! ¿Con quién tengo el gusto? -Respondió ella.

- ¡Oh, qué alegría contactarte y poder escucharte, soy Elí!

- ¿Elí? ¿Quién Elí? ¡No te conozco! -Replicó secamente.

- ¿Qué no te acuerdas de mí?  Soy el que te pidió tu número cuando salías del hotel de Pucallpa, aquella tarde  que viajaban a Purús.

-   Ah, discúlpame Elí, no reconocí tu voz, de verdacita.  Qué bueno que me llamas, hace tiempo que no recibía llamadas y me encuentro sola y triste. Discúlpame que te diga así. No sabes cuanto me alegras.

Aquella llamada cambió el semblante de Eimy y la gente la veía caminar y conversar diferente, sino animadamente; a comparación de los otros días que la veían abstraída, casi incomunicativa. A partir de ese día, las llamadas de Elí eran continuas y por las noches conversaban horas interminables. Ella le contaba de su niñez en las alturas de Cusco, cuando vivía con su abuelo y recordaba los frecuentes enfrentamientos que él tenía con el barbado Hugo Blanco y los campesinos que amenazaban con invadir sus tierras.  Le contaba que su abuelo cada fin de semana iba a la ciudad imperial y traía su acémila cargada de ropas y alimentos para la gente que trabajaba con él. La interminable conversación incluía temas de literatura universal, peruana y terminaba con versos y poemas de amor, de sentimientos y bellos recuerdos que hoy le marcan y dan sentido a su vida. En una de esas largas conversaciones, Elí, al otro lado del receptor y muy distante de ella, recordó que mientras estaba sentado en la vereda de su casa, cierta noche divisó la caída de una alucinante y luminosa estrella fugaz, que más parecía un cometa con su cola, cuya estela dejaba un haz luminiscente de color verde fosforescente; quien tiempo después le dijo a Eimy.

-  Aquella noche, ese instante que vi la estrella fugaz, mi primer deseo fuiste tú.

Si las noches eran   interminables, los días se habían vuelto eternos para ambos. Pues los dos esperaban la noche con suma ansiedad. Ella para contarle de su vida, sus proyectos y esperanzas; él para decirle que la extrañaba y recordaba vívidamente su rostro, su sonrisa, los breves momentos que conversaron cuando se conocieron y le pedía que a la menor oportunidad de vuelo se embarcara para Pucallpa.

Fue así como Eimy, cada vez más se sentía atraída por Elí y su corazón le decía que no debía perderlo. Sin embargo, dentro de ella, en su mente, cohabitaban los sentimientos encontrados, el de continuar con su eterna soledad o entregarse al amor que, después de muchos años, volvía a sentir y cada vez más le bullía e insistía. ¿Pero cómo habré de decirle sobre mi caso? Se preguntaba ella y recalaba en que si lo que siente es amor de verdad y si es verdad lo que él también le dice, era necesario decir y hablar con la verdad.  Entonces sin pensarlo dos veces, decidió viajar a Pucallpa en el primer avión que llegara a como dé lugar.

- Hola, ¿Elí?  Saludó y preguntó ella al escuchar el timbre de voz del celular al que llamaba.

- ¡Eimy!  Buenas noches ¿Qué tal, como estas? ¿Dónde estás? Respondió Elí.

- ¿Cómo que dónde estás?  ¡Abre tu puerta, que estoy en la vereda de tu casa!

Del repentino reencuentro de aquella noche, siempre es motivo de conversación de ambos, quienes se preguntan  cómo así nació el  amor y superó distancias. Mas, de lo que ella le dijo es algo que los dos no encuentran explicación, mucho más Elí, que sabiendo las consecuencias de su  caso, optó por el amor, no  a ciegas sino muy decidido y resuelto que posteriormente no hubo noche de tregua, ni día de descanso, ni lugar de excepción. Caminaban juntitos, tomados de la  mano, como niños de jardín de  arriba para abajo y no había calle ni lugar que dejaran de registrar sus pasos gemelos. A donde él iba estaba  ella y a donde ella tenía que ir, él tenía  que estar. Se volvieron siameses. Cierto día, él no regresó a casa y a partir de allí empezó su pasión y crucifixión, su vía crucis; que cierto día revisando su facebook,  encontró los versos de Martín García, de San Luis de Potosí, que le caían a pelo en su  apasionado amor:


“Elijo amarte en silencio,

porque en el silencio no

encuentro rechazo.


 Elijo amarte en soledad,

porque en la soledad, sólo a

mí me perteneces.

 

Elijo adorarte en la distancia,

porque en la distancia me

protejo del dolor.

 

Elijo besarte en el viento,

porque el viento es más

suave que mis labios.

 

Y elijo tenerte en mis sueños,

porque mis sueños…

no tienen fin”.

 

Versos que hoy le remiten a ella y mastica el  recuerdo como cuando como gata furiosa, como loba en celo ella le poseía contorneante y pintaba en su cuerpo   -cual moderna Allie Fuller con sus cuadros eróticos  que  son una oda a la libertad sexual y a la fuerza de  los  cuerpos desnudos-  los cuadros  de  la pasión y muerte de Jesucristo con colores púrpuras a  golpe de  besos, tanto así que Mel Gibson y su pasión de Cristo son insignificantes, porque más que huellas sangrantes, es sangre hirviente, lava incandescente que penetra y taladra su corazón, su mente, su cuerpo que arde con  la pasión de la carne que el amor consume y se sobrepone a su enfermedad y el qué dirán. 

Es semana santa y Eimy y Elí se encuentran distantes y, en esta semana santa, ambos recuerdan la película Ben Hur, el que desciende al valle de los leprosos como muestra y entrega de amor filial, en tiempos de la expansión del imperio romano y la sojuzgación de los pueblos, como hoy las grandes potencias imponen su guerra bacteriológica infestando a la humanidad con nuevas lepras como el COVID-19 y el VIH-SIDA; es decir, que por siempre estarán cargando su  cruz, el VIH Crucis interminable de los cristos de la  humanidad.