CHULLACHAQUI TAQUINERO (1)
A Ulises Reátegui,
yacuruna indomable
de las tierras del
May Ushin.
I
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Cual “dueño del(os)
espíritu(s) de las aguas”
“salpicado por
los peces
y la lluvia
copiosa”
de una
tormentosa tarde,
“rema(s)
presuroso” como el “Niño ribereño”;
pues la Madre
Tierra te espera.
¡Chullachaqui
taquinero!
II
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Y desembarcas
en el barranco de tus esperanzas
adentrándote en
“la selva (que) arde”,
como un “Tigre
negro endemoniado
(con) tu lengua
de candela”
para salvar los
“elementos
que los
vegetales transforman” y “la tierra guarda..”
¡Chullachaqui
taquinero!
III
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
El “bosque se
quema por los cuatro costados”
y no te veo
regresar,
entonces
comprendo: “Qué importa si el viejo se muera
cuando los
niños y los pájaros
vuelan con amor
y libertad”.
¡Chullachaqui
taquinero!
IV
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Mas resurges
“de las cenizas de (tus) ilusiones”
con las
semillas medicinales que protegieron
Las hojarascas
sedimentarias
de las
restingas y bajeales
para “...
enriquecer la tierra y los cultivos
para que viva
una nueva planta”
¡Chullachaqui
taquinero!
V
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Entonces, te
pierdes sudoroso en la espesura
Y llegas hasta
a mí,
“sobre la
cumbre de los cerros
amando y
cantando a su yerba
soñando
enfermeras lindas y limpias”,
y me dices: “la
vida surge de la vida”
¡Chullachaqui
taquinero!
VI
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
No conoces el
cansancio,
y si desembarcas
en el puerto no es a descansar,
sino a alentar,
llegas con tu
sonrisa franca,
que no conoció hipocresía,
y tus manos que
empuñaron la vida.
¡Chullachaqui
taquinero!
VII
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Al abrazarnos,
te pregunto receloso
¿tomas masato?
Mas no me
respondes y vas corriendo al puerto
y te escucho
gritar
“Venid amigos a
beber conmigo
rocío en la
hojas de bijao”.
¡Chullachaqui
taquinero!
VIII
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Más tarde, por
la noche, tomando la purga,
entre arengas e
icaros,
vas diciéndonos
que “la yuca sacia el hambre
y está siendo
fermentada
para dar a
todos
fortaleza y
energía”
¡Chullachaqui
taquinero!
IX
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Hermano mío, tus
palabras rompen “los ruidos agoreros”
que contrastan
tu faz: estás amarillo, pálido
sudas frío,
tiemblas, vibras... te endureces de rabia...
Oh, qué
resignación y coraje que en constante pelea
desigual con la
muerte nos instas a “seguir luchando
sobre los
pantanos bebiendo las aguas turbias”
¡Chullachaqui
taquinero!
X
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Sin embargo, “cuando
ves y escuchas
los crujientes
troncos derribados
varados y
conducidos en viaje sin regreso...
sient(es) que
los desiertos lunares
instalan sus
cráteres
en (tus)
alvéolos pulmonares”
¡Chullachaqui
taquinero!
XI
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
De “... los
polvorientos canales de los ríos secos”
y caudalosas
zacaritas de tu fuerza invernal, surgen dos arco iris,
hembra y macho, “por donde (tu) alma rebelde sale
sigilosamente…
a juntarse con
los camaradas” y nos dices que talar los árboles y
“Quemar
vegetales es destruir la vida”;
porque “La
riqueza de la selva está en las plantas”
¡Chullachaqui
taquinero!
XII
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Porque un día
“Sentado (sobre
una quiruma)
con las uñas
rotas
de tanto arañar
la tierra,
escuché en las
cavernas de (tu) corazón
notas graves de
tamshi contraídas”
¡Chullachaqui
taquinero!
XIII
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Un día me
dijiste: “Edith es mi... Amor sublime”,
“me presente
ante ella” en uno de mis tantos viajes,
“Aquí estoy
para adorarte para bajar juntos
por las olas
sinuosas de tu cuerpo”
“... y al toque
de nuestros corazones
el Sol purpúreo
del oriente se (volvió) rojo de amor”.
¡Chullachaqui
taquinero!
XIV
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
No desmayas, porque
te alimentas
con el “masato
fermentado de la alegría”
“La juventud
nunca muere”
me gritas desde
tu canoa
chimbando a la
otra banda
“... en la proa
de la vida...”
¡Chullachaqui
taquinero!
XV
Tú viajas
eternamente,
te veo surcar
todos los días
la torrentosa
cabecera
del río que
siempre amaste.
Entonces digo: Un
día llegarás a tu destino
a “izar en
(sus) mástiles tan sólo bandera ucayalina (y)
flamearán tus
incendios tan sólo bandera peruana
y arderán los
corazones” “y el sol brilla(rá) con el
oro rojizo”
de una “Tarde
apacible”
que “se mece, sonríe
y canta”
¡Chullachaqui
taquinero!
XVI
Compañero de mi
alma
¡Tú, no has
muerto!
vives entre
nosotros
con tu ideal.
Cual “dueño del(os)
espíritu(s) de las aguas”
“salpicado por
los peces
y la lluvia
copiosa”
de una
tormentosa tarde,
“rema(s)
presuroso” como el “Niño ribereño”;
pues la Madre
Tierra te espera.
¡Chullachaqui
taquinero!
(1).- Poema compuesto con citas frecuentes, extraídas
de la poesía de Ulises Reátegui, del Libro “Comunicación Sincera” (1990), las
que van entre comillas en el texto; las que van entre paréntesis, pertenecen al
autor.